¡  Padre Felicísimo te recordaremos por Siempre  !

Desde el Cielo sigue Bendiciéndonos e Intercediendo por nosotros

           

 

Rueguen a Dios en sus oraciones

por el eterno descanso del

P. Felicísimo Álvarez

Salesiano de Don Bosco

Q.E.P.D.

Quien falleció en la Paz del Señor,

el día 6 de Mayo de 2006.

Recuerdo que a su memoria dedican

sus Hermanos Salesianos y todos los integrantes

de la Comunidad Educativa del Colegio Salesiano Pío XII

de Puerto la Cruz al cumplirse diez días

de su sentida ausencia.

 

Puerto La Cruz, 16 de mayo de 2006

 

Semblanza

P. Felicísimo Álvarez Cantón

« 12-03-1937

Ë  06-05-2006

1. ETAPA ESPAÑOLA

Felicísimo siempre se sintió orgulloso de su origen español, de su tierra leonesa y, muy especialmente, del Real Madrid. De sus labios fluían con gracia interminables historietas de sus andanzas que deleitaban a cuantos lo acompañaban. Dejemos que él mismo comparta con nosotros lo que fueron sus primeros 42 años de vida, transcurridos íntegramente en la Madre Patria extraídos de su autobiografía (oct 1979).

«Nací en un pequeñito pueblo de León, llamado Vega de Antoñán (España), el 12 de marzo de 1937, siendo bautizado a los días siguientes (ó sea, el 14 de marzo) en la parroquia del pueblo de Quintanilla del Valle, cerquita de mi pueblo.

Mi querida madre se llamaba Ramona Cantón Serrano y mi querido padre, Pedro Álvarez Mayo. Mi madre era de un pueblo cercano llamado Antoñán del Valle y mi padre del otro pueblo cercano llamado Quintanilla del Valle, pero vivíamos en Vega de Antoñán.

 

                

La familia era de 11 hermanos, 9 legítimos y 2 hermanos solo de madre ya que mi madre se quedó viuda a la edad de 19 años, con 2 hijos de familia y a los 23 años contrajo matrimonio legal con mi padre, que tenía 21 años (2 menos que ella); una de mis hermanas llamada Maria Cruz falleció a la edad de 3 años, quedando, así pues, 10 en la familia que aún vivimos actualmente por la gracia de Dios.

Mis dos medios hermanos mayores son mis padrinos los dos, siendo yo el más pequeño de la familia (aunque aquí hago constar que aunque son medios hermanos, tengo que decir que entre nosotros no existe diferencia alguna, ya que son ambos ejemplares y ellos fueron una gran ayuda en nuestra niñez, tanto personalmente como económicamente ya que sus partes de bienes lo pusieron a nuestro servicio)

Todos los hermanos y hermanas del Padre Felicísimo

Mis padres eran verdaderos ejemplares cristianos (especialmente mi madre, como creo que son más las madres…), por supuesto con sus debilidades y fallos humanos; de sus labios escuché las primeras oraciones y en muchas ocasiones también las ultimas cuando ya casi no podía ni hablar.

Ellos me enseñaron muchas oraciones verdaderamente preciosas y de gran valor cristiano y, no menos, el rezo diario del santo rosario, que no podía faltar antes de la cena. A veces uno se pregunta: ¿a qué escuela habrían ido esos santos padres que sabían cosas tan sabias y salvadoras? Y no menos la manera de enseñarlas sabiamente, con esa voz sofocada por el esfuerzo de trabajo diario y con esos labios amorosos y ejemplares que uno no tenía más remedio que imitarles y reconocer que les salía del corazón.

Era curioso ver cómo los padres sabían enseñarnos sabiamente las oraciones y lo hacían de la manera siguiente: el rezo del santo rosario, que en mi casa era muy raro el día que no se rezaba, tenía que existir una cosa muy improvista y creo que aun así se lo rezaba mi querida madre ella sola aparte, ya que mi madre usaba siempre sus benditos labios para rezar, educar y amar (no recuerdo nunca haberla oído maldecir). Creo que tendría sus defectos como humana, pero aun creo que los disimularía ya que no recuerdo nada denigrante ni vergonzoso de ella. Mi padre era parecido, pero los defectos de los hombres son más sonados y responsables por ser la cabeza de la familia y el responsable; pero aun así, todos son buenos recuerdos de trabajo de padre y sostén de la familia.

Pues como decía acerca del rosario a la Virgen, tenían un método curioso: cuando llagábamos del trabajo de cada día, de recoger los animales, que teníamos muchos, o de las diversiones los días festivos; antes de ponernos a la mesa para cenar, tomaba mi padre el rosario o mi madre y mientras no se rezaba, nadie podía cenar (creo que esto lo hacían por miedo a que nos durmiésemos); sabían que antes de la cena no te daba el sueño… De mi padre aprendí las letanías en latín ya que en castellano no las sabía entonces (es hoy el día que las sigo rezando en latín, ya que me hacen recordar cosas familiares)

Otra cantidad de oraciones devotas me las enseñaban mis padres al acostarse cuando yo era aun muy pequeño y dormía en la misma habitación que mis padres (también estas oraciones las sigo recordando con cariño)

A la edad de unos 8 años ya me enseñaron algunas señoras del pueblo, junto con mi madre, a rezarles el rosario en la pequeña capilla de nuestro pueblo (ya que no teníamos cura) y así también despertó en mi el deseo de cantar (mi madre cantaba de maravilla) y me hicieron como un «horario piadoso»: rezar todas las noches durante el mes de mayo el rosario en la capilla para todo el pueblo; toda la cuaresma, por las noches, más el llamado Calvario (vía crucis).

A las seis de la mañana antes de que fuese la gente al campo, en la semana santa, tenía que cantarles el CALVARIO y por las noches después del rosario, también tenía que cantarles la Pasión del Señor; cada día la parte que correspondía, ya que me habían enseñado ellas y yo debía hacerlo (decían que cantaba bien, no creo que fuese verdad …) Por ultimo, tenía que rezar también el rosario todos los domingos del año y días festivos, claro; tengo que reconocer que era sencillamente maravilloso: ¡qué tiempos aquellos en mi pueblo!, comparados con los actuales… a nuestra manera, pero éramos felices y unidos, ¿se podrá decir que hoy es lo mismo?...

Creo interesante mencionar algunas de las personas que me enseñaron a rezar en público y a ser mejor devoto de la Santísima Virgen, Nuestra Señora del Buen Suceso, que es la patrona de mi pueblo, pues como digo estas señoras entre muchas son las siguientes: la Sra. Gregoria, la Sra. Cristina (mi segunda madre), la Sra. Isabel Serrano, la Sra. Inés; la Sra. María, la de Toribio; la Sra. Teresa, etc. Estas señoras junto con mi madre, me sirvieron de gran ayuda espiritual; ellas mismas me proporcionaron los libros de las oraciones, los de la Pasión del Señor, etc. (hoy varias de ellas ya descansan en la paz del Señor y ruego a Dios y a la Virgen por ellas)

Recuerdo que, también en la Navidad, nos buscaron un librito de cantos navideños y numerillos de pastores y con sus ayudas los representábamos en la pequeña capillita por la Nochebuena después del rezo del santo rosario, al cual debían asistir todos los vecinos. Entre estas mujeres, había una que cantaba de maravilla, era la señora Gregoria; de ella aprendí a cantar la Pasión y el Calvario y también de mi madre, en mi casa, por las noches.

Desgraciadamente estas sanas y santas costumbres ya no existen allá en aquel pueblo chiquitín… Los motivos los sabemos todos, porque son los mismos aunque a otros niveles, que suceden en todas partes de Europa, etc. Cuando voy y veo mi pequeña capilla, y sin que se oigan algunas de las voces que aun no hace mucho tiempo se oían…, siento tristeza y pena.

Pienso que estas santas mujeres influyeron mucho en mi vocación, además de mis padres. Otros que también influyeron y no puedo menos que recordarles con cariño son: en primer lugar a mi querido cura párroco de Quintanilla del Valle, Don Felipe Pérez Vega, ya fallecido y santo varón; los dos maestros que conocí, D. Máximo Torio y D. Arturo hidalgo; los dos fueron muy buenos para conmigo (mejor que yo con ellos…), especialmente este último que recuerdo con más afecto y cariño, tal vez porque fue el último que tuve; pero la verdad que guardo un grato recuerdo de él.

Los padres con los últimos cuatro hijos.

A la edad de 8 años recibí la Primera Comunión en la iglesia de la parroquia de Quintanilla del Valle de las manos benditas de D. Felipe.

Recuerdo que siempre fui inquieto y trasto, que no dejaba parar nada (como decía mi madre: «no dejas parar ni perro ni gato», y creo que era verdad. A la edad de 10 años mi padre me envió a estudiar (o mejor, como se dice por allá) para los «Frailes». Me fui, pues, a los frailes del Sagrado Corazón de Jesús en Irún (San Sebastián) y solo estuve dos años, no muy completos; o sea, primero y segundo curso y al final me cansé de estudiar y de estar allí.

Junto con otros cuatro muchachos, más o menos de mi edad, nos despedimos del colegio (de mi primer colegio); aun recuerdo con afecto a los Padres que conmigo estuvieron. La verdad que eran años muy difíciles en España después de la guerra civil y había mucha hambre sobre todo en algunas partes y tal vez las comidas escasas influyeron algo en mis primeros pasos de vida colegial y otros recuerdos familiares, vecinos, etc.

El caso fue que lo dejé y fui recibido con cariño al regreso, por una parte; pero por otra, me regañaron mis padres y hermanos. Yo les dije que no me daban bien de comer (aunque creo que éste no era el motivo principal de mi salida). Mis padres me «premiaron» con ponerme de pastor de nuestras vacas y de algunas de los vecinos y otras labores además de ir a la escuela como antes… Esto era en 1949, a la edad de 11 años. Así pasé varios años en casa, ayudando a mis hermanos (algunos, ya que otros estaban de servidores para señores más poderosos y así tener plata para la casa)

Creo que a mi me pasó algo parecido a los hebreos en el desierto cuando añoraban los «ajos y cebollas de Egipto». Lo digo porque si bien es verdad que mi padre, en honor a la verdad, sentía mucho las 500 pesetas que tenía que pagar, ya entonces por mi cada mes y a veces le subían, eran malos los tiempos aquellos; pero yo recordaba con cariño las buenas comidas que preparaba mi madre, y quizás esto aceleró mi salida. Cuidar las vacas no me parecía difícil ni un castigo; al contrario, comía bien y yo gozaba para no tener que estudiar o estar encerrado en clase; y a mí me gustaba corre y más correr… y tenía buenos amigos.

A la edad de 14 años salí de la escuela y mi padre me encomendó cuidar de un gran rebaño de ovejas que teníamos (unas 350) junto con las de algunos vecinos; la verdad que esto de cuidar las ovejas no me gustaba nada; pero mi padre me engañó, más o menos, diciéndome que solo iba a cuidarlas un año mientras las vendía. Pero este año se alargó por tres años enteritos que no me vinieron mal para reflexionar algo más y volver a recordar que estaba mejor en el colegio que había dejado un día atrás…

Mientras tanto mis hermanas y hermanos mayores se iban casando y dejando la familia para fundar la suya propia; de esta manera eran contadas las veces que estábamos todos juntos, a no ser en la fiesta del pueblo que acudían todos, por lo general. Esto de que mis hermanas estaban ya en sus propias casas, era para mi un alivio y escapatoria para visitarlas y a los sobrinos, etc. No sin recibir varios regaños de tardar mucho u olvidarme de cuidar los animales, etc.

Tengo que reconocer que mis hermanas mayores me querían muchísimo y era su alegría en muchas ocasiones; y aun hoy en día me consideran el niño pequeño y me quieren con un cariño especial; y así cuando voy a verles me lo demuestran (me atrevería a decir que me quieren tanto o más que a sus hijos…). Por supuesto que yo no soy menos y sé que ellas me han tenido en sus brazos con cariño especial; no puedo olvidarlo ni debo hacerlo.

Así pues, pasé tres año apacentando las ovejas, lo mejor que podía, para que estuviesen gordas y mi padre se enamorase para venderlas y así quedar yo libre. En estos años de pastor pasaron unas cuantas ideas y fantasías por mi cabeza como lo eran: la ilusión de volver a un colegio, ya no para estudiar; si no para hacerme un religioso; también deseaba divertirme en el baile que me gustaba, horrores, cantante y otras fantasías propias de esa edad y no sabía a que atenerme…

Recuerdo a mi madre, siempre era su ilusión que me inclinase por la vida religiosa y creo que así se lo pedía a Dios y a la Virgen del Buen Suceso, Pues ella misma me iba a cuidar de las ovejas sin que mi padre lo supiese para que yo pudiese asistir a las conferencias que los Padres Misioneros, así le llamaban a los que iban por los pueblos en Semana Santa, y lo mismo hacía los domingos para que no perdiese la Santa Misa y así pienso que todo ello tenía una verdadera explicación…

Para mi, entonces, las ovejas eran ya un verdadero peso; como un plomo encima de mi cabeza, ya que por otra parte tenía novia (una muchacha muy buena y vecina) y claro teniendo esa ocupación temía perderla; pero la verdad que la perdí de veras, porque aun siendo yo pastor se me fue un día a despedir diciéndome: «lo lamento, Felicísimo, me voy mañana para las Monjas Hospitalarias; y a así fue, al día siguiente Teresa (Tere) no estaba más en el pueblo. Me costó aceptarlo, aun más que seguir con las ovejas; pero reaccioné rápido: «que tengas mucha suerte y que seas muy feliz; yo lo siento mucho, pero si esa es tu voluntad y la de Dios, adelante y sé firme y fiel». Bueno, yo no sé si lo diría con estas palabras; lo cierto es que me costó bastante y después ya no preocupaba tanto por vender las ovejas, trabajar en el campo, estudiar o cualquier otra cosa … ya no tenía lo que me parecía entonces imprescindible.

Llegó también el día en que mi padre se decidió a vender las ovejas, ya que me necesitaba para los trabajos de la familia y teníamos que trabajar mucho, otro hermano y yo, junto con lo poco que mi padre podía y la poca salud de mi madre… De todos modos mi padre y mi madre buscaban mi felicidad mandándome incluso a aprender de sastre con un amigo de mi padre y así salvarme de la vida del campo.

Recuerdo que estuve primero con un sastre y luego con otro más lejos de casa, pero la verdad que yo no me sentía satisfecho y creo que mi madre leía en mi pensamiento que no era ese mi camino. Yo luché así tres años (desde los 17 a los 20) sin encontrar tranquilidad ni seguridad en mi mismo ni en nadie; yo sabía que había perdido lo que me parecía lo mejor: la muchacha que siempre había amado de corazón, que había respetado con cariño y que había soñado desde pequeño; pero esto era de verdad un sueño y dicen que «los sueños, sueños son»…

Alguna vez le escribí y me contestó con toda dignidad, pero muy distinto a lo que yo me supondría y así cuando vino de vacaciones busqué por todos los medios encontrarme con ella, y así fue donde me convencí de que cada uno teníamos trazado un camino muy distinto. Al menos por el momento comprendí también que el Señor me buscaba un camino igual al de ella; pero paralelo hasta un verdadero final (claro que hoy lo veo más claro). Entonces deseé todo lo mejor para los dos y dejar de pensar en ella y también en la famosa sastrería que era también fantasía barata. Yo no deseaba hacerme sastre, solo deseaba olvidar y buscar mi verdadero camino que aun no llegaría muy pronto.

Al entrar el invierno frío de Europa, después de terminar los trabajos más fuerte del campo en mi pueblo, apareció un tal P. Gonzalo por mi pueblo, que venía en busca de jóvenes y pequeños para fundar un colegio, (yo vi que le servían todas las edades) y no lo pensé dos veces; me presenté a él sin hablar con mis padres y le dije: «yo también quiero ir con usted, si me lleva». No me hizo casi preguntas y me aceptó a la primera y así 6 muchachos y jóvenes de los alrededores, incluso un sobrino mío que más tarde iría al seminario diocesano y que después no siguió. El problema era como decírselo a mí padre. De todos modos se lo dije y él no se opuso, pero sí me dijo que sería la última vez que me creía, ya que lo había engañado con la sastrería y mecanografía y no había estudiado y… la primera vez del colegio de San Sebastián, etc.

Salimos para un pueblo cerca de la capital de España, llamado Collado de Villalba, a unos 40 kms de Madrid. Era un lugar verdaderamente frío y más en los meses de invierno, pero yo era feliz a mi manera, pensando en no desilusionar de nuevo a mis padres (sobre todo por el temor a mi padre y la fe de mi madre). Estuve

cuatro meses, al igual que mis compañeros; esta vez no sería, tal vez, culpa mía; pero, ¿que paso? Se enfermó un compañero mayor que yo gravemente, de una lesión pulmonar (tuberculosis aguda); claro lo que tenía que suceder: salió.

Tuvimos que abandonar la casita-chalet en la que nos albergamos con carácter obligatorio y casi le fastidian al P. Gonzalo, ya que no tenía permiso para fundar, según se oía después. El fracaso volvía a visitarme. Lo cierto es que yo me quedaba sin seguir la vida religiosa y ahora además con una obligación civil como era incorporarme al servicio militar. También aquí me salió mal: yo había pedido ir a Madrid, para estar más cerca del P. Gonzalo, pero mi padre pidió, sin yo saberlo para otro lugar: Astorga, que estaba pegado a mi casa (a 11 kms) y ganó él, dejando ya casi de creer más en mi por mi nuevo fracaso…

Recordando sus años de Servicio MilitarHasta donde llegaría mi «obcecación», de no quedarme en el pueblo, ya que ni siquiera fui a la casa a buscar la ropa y otras cosas para incorporarme al servicio militar, y así desde Collado de Villalba me fui para el cuartel de Artillería de Astorga y después del primer mes fui por primera vez a casa a pesar de estar a tan pocos kms. Creo de verdad que hasta me avergonzaba de mi mismo y de mis fracasos; fui a mi manera feliz durante los nueve meses que estuve en el servicio militar y ello, me sirvió de nuevo para reflexionar y buscar algo que me llenase, ya que mis padres iban siendo mayores y dejaría de ser el «niño mimado»

La temporada del servicio militar me resultó verdaderamente fácil y me gustaba mucho la vida disciplinada y puntual, ello me iba abriendo los ojos y el camino. Serví como asistente, además del Capellán Castrense Militar del Regimiento y tenía todas las oportunidades para asistir todos los días que lo desease a la Santa Misa y Comunión. Y lo mismo los domingos, en la iglesia del regimiento y otra, que era la parroquia nuestra.

En estas visitas a las capillas yo le pedía de corazón a la Santísima Virgen de Fátima a la que tenía mucha devoción y allí me iba también a confesar siempre que lo necesitaba. Por otra parte pienso que era buen compañero de mis amigos y amigas, ya que todos me querían y lamentaban mi ausencia; además bailaba bien, mucho y lo mismo el canto y esto a mis amigos y amigas les entusiasmaba y todas la muchachas querían bailar conmigo.

Ellos me seguían por mi «simpatía infantil» (si se puede decir así) y claro yo seguía también a alguna muchacha para «ayudar» a mis compañeros, porque yo, a decir verdad, no me llenaba tampoco eso…Me «empaté» con una vecina, los domingos cuando «iba con permiso del cuartel», que no la quería como esposa y creo que en esto no le fui muy sincero, ya que tal vez le hice perder el tiempo que ella necesitaba; pero gracias a Dios se dio cuenta y hoy está bien casada y creo que sea feliz, que era y es mi deseo. (En todo esto pienso que el Señor y la Virgen saben lo negativo y lo positivo de cada uno…)

Llegó el día de mi licencia militar (aquel año fue muy corta la estancia en el cuartel por razones de cambio en el mismo cuartel ya que pasaba a ser Regimiento Lanzacochetes y a todos nos licenciaron pronto). Permanecí otro año más trabajando en la casa junto con otro hermano, que era mayor, y sin ver solución a mi situación, ya que no era capaz de sujetarme a ninguna muchacha concreta y a pesar de insinuaciones por mis hermanos, mi padre o vecinos, yo seguía en mis «trece» y mi querida madre me observaba callada y aguantando «mares» y pidiendo para mi todo lo mejor y lo más acertado; yo creo que ella fue escuchada.

En este año 1960, mi padre había sembrado mucho trigo y centeno y lo mismo en el campo de regadío y trabajábamos como dos locos y sin tiempo ni para pensar. Mi madre se desvivía por nosotros y creo que le preocupábamos mucho y nos atendía con esmero. Así cuando salíamos temprano por la mañana a segar con algún obrero que teníamos, nos batía siempre dos huevos en un buen vaso de vino blanco que ella sabía que nos gustaba mucho… Mi físico era delgado y pequeño y recuerdo que alguna vez mi madre me dijo: «hijo, tu no estás para estos trabajos tan duros y forzados como los estáis haciendo este año y creo que abusas de esfuerzo y temo que vayas a enfermar y luego sea irremediable; veremos lo que puedo hacer»… El futbol era una de sus pasiones

Un día mi padre me indicó que si aprendía a conducir me compraría un automóvil y una vez casado el hermano ultimo que quedaba, nos iríamos a vivir cerca de Ponferrada donde teníamos otros dos hermanos casados trabajando; pero yo no le di respuesta a mi padre y creo que esto no le gustó y no me lo volvió a pedir más nunca. Salió lo que tenía que resurgir: en el mes de octubre de 1960, hacia el 10, cuando se sacaban las patatas y ya la faena del campo se ha terminado, vino mi hermano el que está en San Miguel de las Dueñas (cerca de Ponferrada) y fue a visitar a otro hermano que tenía en un pueblo cercano, llamado Acebes del Páramo.

Allí se encontró con un amigo de mi hermano, que era salesiano, que estaba en Zamora y vino al pueblo unos días de vacaciones y por supuesto salió mi nombre, como candidato, para ir a los salesianos de Zamora. Mi hermano Tomás, sin pensarlo dos veces y sin consultar conmigo, le dijo: «estoy seguro que mi hermano Felicísimo le interesa». Y sin más detalles, Tomás fue a casa y me lo contó aparte, con mi madre solamente (a mi padre no se lo podía decir). Lo recibí como una verdadera bendición y milagro y sin pensarlo demasiado, esta vez sí lo dije decidido: «si me aceptan me voy allá, pero esta vez es para siempre; de lo contrario no lo haré más»

Tomé la dirección rápidamente para escribirle esa misma noche a escondidas; ya no se podía andar jugando con mi padre y demás personas y conmigo mismo. Esta vez era en serio. Las cartas se debieron cruzar, era el 14 de octubre de 1960 (día además de la Fiesta Sacramental del pueblo), se celebraba la fiesta de Nuestra Señora del Buen Suceso, pero esto no me aguó la fiesta, sino al contrario, porque me había llegado una carta de la Universidad de Zamora que entre otras cosas decía así: «se viene a pasar 10 días aquí para ver si le gusta esta vida religiosa, pero con tal que no sea tuerto, cojo, jorobado, le falte algún miembro etc»

Al principio me hizo reír ya que no tenía nada de eso por la gracia de Dios, pero reaccione rápido y viendo que no me exigían nada especial ni de dinero, que era lo que más temía, (aun así lo hubiera pedido a mis hermanos); pero no hizo falta nada. Pero me dije: «eso de ir diez días no lo hago, si no que me voy directamente y no me vuelvo acá…» El día sí lo observé: era el día 24 de octubre de 1960 (conmemoración de María Auxiliadora). Me escondí solo conté con mi madre y le escribí rápido que sí me interesaba, que estaba sano; pero que el día 24 sí, iría para no volver con todo mi equipo y ya no hubo más cartas por el momento.

Su hermano Tomás, esposa e hijoMi hermano Tomás había ido a la fiesta del pueblo y tuvimos tiempo suficiente para hacerle la «trama» a mi padre, puesto que los dos éramos incapaces de comunicárselo y menos mi madre ya que en varias ocasiones le hubiera dicho que era la cómplice de que anduviese por ahí. Entonces le dije yo a mi madre: «esta vez no le digas nada; lo haré yo a mi manera y Tomás, que ya lo tenemos «tramado» y cuando se dé cuenta, ya será tarde y no podrá impedírmelo»

Así fue. Tomás le propuso a mi padre una especial colocación para mi en la Empresa que él trabajaba y le dijo que era un «choyo» y que el día 24 debía comenzar el trabajo y se me gustaba seguiría y que él mismo vendría a buscarme ese día. Mi padre lo recibió regularmente y diciendo: «bueno, mientras sea para trabajar… De todos modos se va a cansar rápido y volverá enseguida, menos mal que ahora no hay mucho que hacer y para ese día ya habremos de sacar las últimas patatas y puede ir Pepe a llevarme con el «carrín» y el macho hasta Astorga».

¡Estupenda respuesta! A mi madre se le abrió el corazón y a mi todo lo que antes veía tan oscuro; sólo sentía la gran mentira que le habíamos metido a mi padre y ver como iba a salir de todo aquel problema. Creo que mi madre ya no paraba ni por el día ni por la noche preparando mis cosas, no para trabajar a San Miguel, si no para ir al decente a un centro religioso que para ella era todo; ya no le importaba lo que dijese mi padre después, lo que deseaba era mi felicidad y creo que estaba ahí… donde tenía que estar.

duró todo el día: desde la salida de misa hasta la noche. Tenía que despedirme de mis hermanas del pueblo, pero sólo se lo dije a mi cuñado Juan (en quien confiaba de verdad) y a ellas no quise disgustarlas y pensé que lo haría mejor mi madre después; pero a Pepe, mi hermano, el que se quedaba en casa había que decírselo ya que iba a llevarnos a la estación del tren y él debía callar también ante mi padre.

Llegamos a Astorga. Yo tomé el tren para Zamora y mi hermano Tomás, para San Miguel y Pepe para casa de nuevo, con el carrito y el macho. Tenía yo 23 años cuando llegué a Zamora, a eso de las doce del día y yo mismo andando llegué a la Universidad Laboral que estaba cerca de la estación de RENFE (afortunadamente). Pregunto por los Salesianos y me lo indicaron y al entrar lo primero que vi fue la preciosa iglesia de María Auxiliadora y su preciosísima imagen con unas bonitas cintas al cuello que le colgaban por ambos lados que me quedaron grabadas para toda la vida (después me di cuenta más tarde que era por la conmemoración mensual de María Auxiliadora) y por la tarde estaba la iglesia de gente, devota de la virgen. Fui muy bien recibido y felicitado por haberme arriesgado a ir y les contesté, con voz ahogada: «yo estoy acostumbrado a hacerlo y quiero que esta vez sea de verdad»

El día antes (23 de octubre) aconteció un gran incendio en el pueblo: se quemaron dos casas de Leoncio Serrano y Sr. Lorenzo Sevillano donde estuve apagando el fuego junto con mi hermano Tomás que había venido al pueblo, puesto que era domingo. El fuego duró todo el día: desde la salida de misa hasta la noche. Tenía que despedirme de mis hermanas del pueblo, pero sólo se lo dije a mi cuñado Juan (en quien confiaba de verdad) y a ellas no quise disgustarlas y pensé que lo haría mejor mi madre después; pero a Pepe, mi hermano, el que se quedaba en casa había que decírselo ya que iba a llevarnos a la estación del tren y él debía callar también ante mi padre.

Llegamos a Astorga. Yo tomé el tren para Zamora y mi hermano Tomás, para San Miguel y Pepe para casa de nuevo, con el carrito y el macho. Tenía yo 23 años cuando llegué a Zamora, a eso de las doce del día y yo mismo andando llegué a la Universidad Laboral que estaba cerca de la estación de RENFE (afortunadamente). Pregunto por los Salesianos y me lo indicaron y al entrar lo primero que vi fue la preciosa iglesia de María Auxiliadora y su preciosísima imagen con unas bonitas cintas al cuello que le colgaban por ambos lados que me quedaron grabadas para toda la vida (después me di cuenta más tarde que era por la conmemoración mensual de María Auxiliadora) y por la tarde estaba la iglesia de gente, devota de la virgen. Fui muy bien recibido y felicitado por haberme arriesgado a ir y les contesté, con voz ahogada: «yo estoy acostumbrado a hacerlo y quiero que esta vez sea de verdad»

 

Con dos sobrinos seminaristas en Zamora

Todos fueron muy amables conmigo y me trataron muy bien, sobre todo el P. Rector de la universidad, más aún cuando le conté mis problemas y cómo me había decidido. Él me felicitó y me aseguró que estaría bien allí. Y así fue; fui feliz los 9 meses que permanecí como aspirante en la Universidad. Hice allá de enfermero aprendiz al lado del salesiano D. Jesús Renedo (a quien recuerdo con afecto) y otros médicos y un practicante (también a éste lo recuerdo con mucho cariño) y a todos, especialmente a un compañero aspirante como yo, ya mayor, de Medina del Campo, llamado Felipe de Pablo (los dos somos salesianos por la gracia de Dios)

En agosto de 1961 fuimos aceptados para ir al Noviciado a Astudillo (Palencia); claro que durante este tiempo en Zamora, ya después de unos tres meses, me comuniqué con mi padre y le presenté mis disculpas por haberlo engañado de esa manera tan burlesca, pero efectiva y digna. El, no me rechazó; sino todo lo contrario, se sintió satisfecho de mi huida silenciosa y verdadera. En esa Semana Santa fueron a visitarme mi querida madre y Tomás (los autores de la trama) y el Rector la felicitó por lo valiente que había sido mi madre y por su corazón fuerte de madre. Permanecieron conmigo dos días asistiendo a las procesiones de Semana Santa, que son muy preciosas y famosas en Zamora.

El comienzo del noviciado fue precedido de 10 días de Ejercicios Espirituales. El 16 de agosto profesaron los novicios viejos y comenzamos los nuevos el noviciado. Éramos 68 novicios, profesamos unos 42, de los cuales han dejado la vida salesiana muchos de ellos. En el noviciado yo era feliz, solo que perdí muchos kgs de los que habían adquirido en Zamora, pero se respiraba un clima maravilloso de hermandad y de santidad que a uno le parecía sentirse más cerca del cielo (quizás esto lo haya olvidado en algunas ocasiones) y así el 16 de agosto de 1962 fui aceptado como religioso salesiano y profesé ese día con votos temporales por tres años, como lo indicaban las santas reglas salesianas.

Al día siguiente ya fui destinado para Asturias, Oviedo, como enfermero, profesor, y asistente, etc. En el Colegio de niños del Naranco (de la Diputación Provincial) trabajé con cariño y entusiasmo salesiano durante siete años seguidos. Este colegio de niños del Naranco es de beneficencia de niños abandonados, pobres, etc. Yo no conocía las dificultades con ese amor y fervor (que desgraciadamente a veces se pierde) y con deportes, Círculos Misioneros tratábamos de ayudar a las misiones en lo que buenamente se podía, al menos con nuestra propaganda y algunas pequeñas limosnas… Este entusiasmo me llevó a pedir a mis Superiores Mayores que me permitieran ir a misiones a América Latina y en el año 1968 me lo concedieron para Brasil, concretamente a la Inspectoría de Campo Grande (Sangradeuro) entre los indígenas chavantes y bororos.

Comencé todas las gestiones no antes de haber consultado con mis padres y familia quienes no lo aceptaban de buen gusto, pero ellos decían que yo era ya mayor de edad y debía ya pensarlo por mi mismo. En esa ocasión mis padres aun gozaban de salud, afortunadamente. Ya a finales de agosto me llamaron desde Roma para asistir a unos cursillos para misioneros y debía ir yo obligatoriamente y acepte con mucho gusto, no solo por ser obligatorios, si no por la necesidad de oír cosas interesantes y mucho más aun por visitar los lugares de nuestro fundador san Juan Bosco.

Allá estuve hasta el 27 de septiembre y regrese rápido a Madrid para terminar de conseguir la Visa, que aun no tenía, y que sin la cual no podía ir. Permanecí varios días en Madrid hasta solucionarlo todo y me dieron ya el pasaje para el día 15 de octubre de 1968. Esto era todavía el 1 de octubre y me llegó una carta de mi director del Naranco que me invitaba a volver a Oviedo hasta mi partida para despedirme de los alumnos que antes no estaban y permanecer con ellos algunos días (creo que me recordaba con afecto como yo lo recordaba a él). No dudé un momento en aceptar su prepuesta y dejé casi todo en Madrid llevándome solo lo imprescindible para regresar pronto y también para mandar el baúl que aun no me lo habían facturado de Oviedo.

El día 3 de octubre llegué al colegio, disfruté con ellos mucho y el día 5 del mismo mes me invitaron los salesianos y muchachos a jugar un partido de fútbol y me pusieron como guardameta (portero)…Aquí llegó lo inesperado y lo inevitable para poder regresar a Madrid y no solo a Madrid, sino también a la América soñada y preparada. En una de las paradas del balón, cuando me incorporé, se me partió la rodilla izquierda (me había fracturado totalmente la rotula); me tomaron dos de los salesianos y me llevaron rápido a la enfermería, pero no había solución inmediata, la rotula estaba partida.

El P. Administrador, D. Jesús García Gómez (hoy salido de salesiano) me acompañó con el chofer al Hospital General de Asturias (mi inolvidable hospital general); allí todos eran pocos para atender al «soñado misionero» y al que creían ya en Brasil hacia tiempo… Placas, análisis, etc. Ingreso a la octava planta, en una buena habitación y formidables atenciones; ¿pero el viaje?… ¿y el pasaje, mis chavantes, mis bororos, mi nueva inspectoría…? Todo había quedado en otro nuevo sueño… Aviso a los Superiores, aviso a Madrid, aviso a nuestro Inspector (quien ya me había puesto sustituto) y por supuesto a mi familia, de la manera más sencilla y menos preocupante; pero a la familia después de haber pasado el período de operación, ya recuperado en el colegioEn España trabajó como misionero siendo Salesiano Laico

Así, pues, estuve algún tiempo sin poderme operar y permanecí en cama unos 28 días; al final de los cuales, ya operado, me vino a buscar el P. Director, D. Ezequiel Gutiérrez (el antes mencionado) quien me dijo: «antes no te lo había dicho; pero ahora te digo que me alegro que te quedes aquí este año hasta que yo termine en este colegio». No me lo decía por ofenderme, todo lo contrario, y por otra parte mi madre sufría muchísimo al saber que me iba lejos de ella. Aquí fue donde de nuevo he podido ver claramente que «Dios escribe derecho en líneas torcidas»

Este año la pasé con D. Ezequiel más cerca que nunca de su amistad y a pesar de parecer un hombre impulsivo, llegué a conocer su gran corazón de hombre entregado, religioso e íntegro. A finales de agosto ya me veía bastante bien y fui destinado a la Universidad de Zamora, «Rey Fernando» (bachillerato) como enfermero y otras ocupaciones como llevar tres grupos de «Jóvenes sin Fronteras» que se dedicaban actividades también misioneras, etc.

En este año ya mi madre enfermaba muy a menudo. Desde Zamora en el verano mes de julio 1970 me fui a Bilbao para hacer un cursillo de médicos misioneros de 31 días y una noche en que yo estaba haciendo la guardia en el  puesto de socorro del hospital de Basurto hasta las 6 de la mañana, a eso de las 8, me llaman a la puerta de la habitación donde residía. ¿Qué pasaba?...Había muerto mi querida Madre. Era un día festivo entonces, 18 de Julio de 1970. Tuve que emprender el viaje rápido para llegar siquiera a dar sepultura a la que me había querido tanto durante toda su vida. Al llegar como es de suponer todos te abrazan, lloran, etc. Pero yo entré directo al lugar donde descansaba mi madre que tan merecido tenía el santo descanso y no pude contener las lágrimas a pesar de mi gran esfuerzo y al levantar la cabeza me estaba esperando mi padre para decirme esta frase que no la olvidaré durante toda mi vida: «FELICISIMO, YA NO TIENES MADRE. ELLA QUE TANTO TE QUERIA…PERO AUN TE QUEDA TU PADRE».

Había que afrontar la realidad y en mi caso, más que los demás, a pesar de amarla también tanto. Se me había ido algo que tardaría mucho en olvidar… y poco más tarde, unos meses, mi segunda madre: la Sra. Cristina (nuestra vecina). Tuve que volver a Bilbao para rendir

los exámenes correspondientes de los Cursillos y así pude adquirir el diploma de Médico Misionero y también el de Socorrista. Al terminar y regresar a Zamora me llamó D. Ezequiel a las colonias de muchachos en Vigo; quizá para ayudarme a olvidar lo ocurrido. Al comenzar el curso en Zamora de ese mismo año 70, en el mes de Octubre, me inscribí para otro Cursillo de Auxiliar Sanitario en Salamanca, de otro mes de duración y también adquirí el Diploma correspondiente.

En el verano de 1971 me inscribí en unos Cursillos de Psicopedagogía que se venían haciendo en Madrid, de cuatro veranos de jornada intensiva, organizados por la F.E.R.E. y dirigidos por el Dr. P. Jesuita Ercilla. Los terminé afortunadamente bien en 1974 adquiriendo también el Diploma correspondiente. (Todos ellos legalizados para la América Latina)

En agosto de 1972 me destinaron a Villagarcía de Arosa a ocupar el cargo de Enfermero que un Salesiano había dejado al abandonar la congregación. Allí estuve nada más que los 9 meses del curso y así en 1973 me destinaron de nuevo a mi antiguo Colegio de niños del Naranco, en Oviedo, también como enfermero y economía de los alumnos y algunas clases de Formación Religiosa. También llevé varios equipos de fútbol en las categorías de Alevines que acepté muy honrosamente.

En el curso de 1977, 19 de Junio, me avisa mi hermano que había muerto mi padre. Salí esa misma noche a las 11:30 para casa acompañado de varios Hermanos hasta la estación de Renfe (al día siguiente irían ellos al funeral) y ya en León, en la estación del tren, me estaba esperando mi hermano Recaredo con el carro y mi cuñada Manuela (su esposa).

Aquí, al llegar, me contuve aún menos que cuando fue lo de mi madre; no sé aun el motivo; tal vez fuera la falta ya de los dos o el poco valor que me quedó de antes…No lo sé, lo cierto es que lloré, tragándome toda la saliva y aun recuerdo que subí sin poderlo remediar a la habitación de la alcoba diciendo estas palabras: «YA NO ME QUEDA NADIE»…Sólo sé que me oyeron una cuñada y una hermana que le dolió muchísimo y me dijo: « no vuelvas a decir eso mientras esté yo…» La verdad que no debí decirlo, pero no lo pude remediar y gracias a Dios no me ha faltado la ayuda, ni me he visto muy solo; pero ellos…lo eran todo para mi.

Tuvimos un gran funeral, con la asistencia de 28 Salesianos de toda la Inspectoría y otros Religiosos, por otras partes, como el cuñado de mi hermano Tomás que ofició la Misa y mi primo, el de San Juan de Dios, Domingo Cantón y todos los vecinos, familiares, etc. Todos fueron muy amables y generosos y lo mismo fue cuando mi querida madre. ¡A todos gracias y que Dios se lo pague!

Seguí mi vida en el Colegio del Naranco y ya durante este curso siguiente comencé a prepararme para pedir de nuevo ir a la misiones; ahora sin compromisos familiares, puesto que ya habíamos arreglado todas las cuentas favorablemente bien y en paz, que era lo que yo pedía y deseaba, ya que éramos de dos familias por parte de mi madre; pero no hubo problemas y esto es lo más positivo. Todo ha quedado en manos de mis hermanos legalmente y yo ya me sentía libre para poder cumplir con el sueño de las Misiones; ahora ya no le haría sufrir a mis padres y por eso sigo diciendo y creyendo que el haber roto la pierna en aquella ocasión fue una gracia especial que «alguien la pidió» y yo se lo agradezco infinitamente, porque nosotros no sabemos lo que necesitamos o lo que ordinariamente deseamos…

Así pues me llegó el permiso para ir a Misiones, pero esta vez había pedido yo para Venezuela; tal vez dejándome llevar un poquito por el sentimiento familiar, como es el tener un sobrino Salesiano en Venezuela desde hace varios años; el caso es que me lo concedieron en principio por tres años en un acuerdo del Inspector de Venezuela P. Velasco y el Inspector de León, P. Aureliano Laguna y de acuerdo también con nuestro Superior Mayor de Misiones, el P. Tohill (quien me liberó de ir a los Cursillos de Misioneros, ya que los había hecho en el 68). Durante mis trámites cambiaron al Inspector de Venezuela y fue elegido el P. Luciano Odorico; pero esto no cambió nada mi viaje y se arregló rapidito, por medio también del P. Julián Holgado (Vicario Inspectorial).

Después de hacer todas las gestiones necesarias, fue un poco lamentable mi venida ya que en el Naranco no quedaba mi sustituto y los Salesianos a quienes recuerdo con cariño se quedaban con uno menos y sin enfermero en la casa (no quiero decir que yo era imprescindible, pero ellos lo lamentaban con razón).

De todos modos lo aceptaron muy bien y fueron comprensivos y así me lo demostraron en cada momento como en el último día cuando me hicieron un precioso regalo que guardo con cariño y afecto y otro, un hermano en particular, al poner el pie en el tren, (este sí lo conservo también con afecto) ¡Que Dios se lo premie a todos! Fueron a despedirme a la Estación de Renfe varios Salesianos y algún empleado del colegio el día 24 de Octubre de 1978, y el día 25 del mismo mes, a las 3 de la tarde, tomaba el avión de Iberia rumbo a Venezuela.

II ETAPA VENEZOLANA Con indigenas Guajiros

Llegué al Aeropuerto de Maiquetía, Caracas, a eso de las 7 de la noche (hora Venezolana, (12 de la noche, hora española). Fui muy bien recibido por mi sobrino el P. Manuel Álvarez y el P. Perón que me trasladaron a Los Teques donde ellos estaban.

Al día siguiente vino a buscarme el P. Julián Holgado y me llevó a conocer todo Caracas y sus colegios, etc. Comí con ellos en el Colegio de Sarría donde estaban haciendo la visita.

Regresé a Los Teques donde estuve unos días para aclimatarme a este elevado calor de Venezuela, ya que en Carrasquero sería aun mayor el calor. Así el día 3 de Noviembre salimos del Aeropuerto de Maiquetía de Caracas hasta el de Maracaibo, La Chinita (Virgen de Chiquinquirá) y desde allí vino el P. Dall'Amico (Director) a buscarnos y nos fuimos al Centro Don Bosco donde era mi destino. Mi primera impresión era de temperatura fortísima y lluvias muy potentes y tormentas (era el tiempo de ellas); pero todo muy bien y lo mismo con el afecto de los hermanos (faltaban algunos que no habían llegado) y con el gran afecto con que me recibió el P. Friso»

Y helo allí, en una escuela agrícola salesiana, listo para trabajar con los indígenas guajiros, feliz por haber alcanzado su sueño de ser misionero. «Desde mi punto de vista, acota él, dejar las seguridades de allí, España, por los países de misión, ya supone algo… Es como un paso más en la entrega; en las seguridades siempre hay dudas…, en las dificultades, casi nunca.»

Su intención inicial era permanecer en Venezuela tres años y, después, regresar a España. Pero, al año de estar entre nosotros, solicita quedarse por toda la vida y los salesianos de la Inspectoría de Santiago El Mayor y de Venezuela aceptan esta petición.

Van a ser otros 28 años de fecunda vida pastoral, al servicio del pueblo de Dios, premiados por donde ha pasado, con un profundo cariño. «Para ser misionero es muy importante una personalidad humana robusta y equilibrada y un amor sin condiciones a la renuncia y al sacrificio…El vivir con Dios tiene una exigencia humana, las virtudes cardinales, fundamentalmente la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, y otra exigencia sobre natural, la vivencia de las virtudes teológicas, es decir, el amor a Dios, el amor al prójimo por Dios.»

Permanece diez años en la obra salesiana de Carrasquero. Estando allá, a medida que empieza a tratar a los indígenas y a adentrarse en su territorio, comprende que, para ser más eficaz como pastor, le vendría bien poder ejercer el ministerio del Diaconado. Por eso, en 1979, hace la petición para que se le conceda el Diaconado permanente, para «mi realización cristiana y pastoral, siempre

deseada y alimentada por mis hermanos salesianos,… y por la necesidad de extender y llevar el Reino de Dios, por medio de la Palabra a todos aquellos miembros de buena voluntad y de las comunidades donde la Divina Providencia y mis Superiores tengan a bien encomendarme.»

El camino para ser ordenado Diácono no fue fácil, ya que debía hacer los estudios exigidos y le costaba entender la cultura y la mentalidad indígenas, a pesar de su claro y decidido amor por ellos. Ser misionero era para él «Estar en todo momento con los que necesitan algo de ti, compartir con ellos alegrías y penas, los momentos de pérdidas de sus seres queridos y sobre todo su extrema pobreza.»

Se le pide más apertura al diálogo y a un sano pluralismo; camino que quiso recorrer, a pesar de las circunstancias, motivado por su «extraordinario celo apostólico y su incansable trabajo salesiano», como afirman los hermanos de la comunidad salesiana de Carrasquero. «El trabajo catequético evangelizador tiene en él un gran atractivo y debido a la urgente necesidad de agentes pastorales en la zona guajira, se ha dedicado con entusiasmo y efectividad a esta labor.»

Celebración de su Ordenación

Fue ordenado Diácono el 06 de diciembre de 1981, ministerio que supo ejercer recorriendo las diferentes comunidades indígenas y acudiendo con premura a aquellos lugares donde su presencia era requerida.

En 1986 presenta la petición para ser admitido al Sacerdocio. «Siempre he soñado con ello, y aunque no lo había solicitado antes por timidez o tal vez por miedo a su desempeño, hoy lo hago con toda libertad y ánimo. La práctica de estos cinco años de Diaconado, mi deseo íntimo y las necesidades actuales, me han ayudado a decidirme a este paso tan importante.»

Le escribe al Rector Mayor, P. Egidio Viganó, para pedirle su aprobación en cuanto a ser ordenado Sacerdote: «Reconozco que mis conocimientos no son de alta categoría técnica o una alta sabiduría intelectual, pero para el servicio de Dios, la sabiduría se ha de llevar en el corazón, y esto sí es cierto que la llevo.»

Debido a su edad y a los estudios que había realizado de psicopedagogía y de enfermería, los superiores le exigieron que se preparara diligentemente con el estudio de la teología, en forma sistemática y dirigida, en la Comunidad de los estudiantes de Teología en la Vega, asistiendo a los cursos en el ITER, y con nuevas experiencias apostólicas. Al principio se asustó ante las exigencias, pero le hizo frente.

En octubre de 1987, ya en la Comunidad del Teologado de La Vega, para prepararse al Sacerdocio, le presenta a la comunidad su Proyecto de Vida, que resume, al final, con estas palabras: Orar con el que ora mejor que yo, aprender del que sabe más que yo, comprender al que comprende mejor que yo, amar al que amo más que yo… a Jesucristo.»

En agosto de ese mismo año, les escribe a los hermanos un sencillo informe sobre su experiencia en el Teologado durante esos meses de permanencia en la comunidad. «Ciertamente tengo que reconocer que al principio me resultó muy duro y hubo momentos en mi persona, difíciles, al tener que enfrentarme ante tantos libros, por una parte, los profesores, por otra, y alumnos jóvenes que me hacían sentir el `abuelo' de todos (tenía cincuenta años). Pero más tarde, ese trato tan sencillo y delicado, tanto por parte de los profesores como por parte de los compañeros del curso, como también, y esto es lo principal, el ánimo de mis hermanos de la comunidad, hicieron que al poco tiempo me sintiese bien y, sobre todo, el superar, si no del todo, por lo menos en gran parte, esos temores que al principio me embargaban.»

Fue ordenado sacerdote el 31 de mayo de 1988, en la capilla del Centro Don Bosco de Carrasquero. Ese mismo año fue nombrado Director de la comunidad misionera de La Esmeralda, y se entregó totalmente al internado, pero enfrenta dificultades y le pide al P. Inspector que le de una nueva ocupación «sencilla… como creo que lo soy yo».

En el año 1993 regresa a su inolvidable casa de Carrasquero y a sus queridos indígenas. Se dedica a la atención directa y al servicio litúrgico entre los indígenas y entre la gente sencilla: «La Misa siempre es novedad. Los funerales son todo una prolongada liturgia. Los bautizos, la catequesis, hasta los encuentros deportivos, sobre todo de fútbol, cuya organización siempre ha sido mi fuerte…»

Después de dieciocho años de estar en Venezuela, y en zonas de misión como Carrasquero y Amazonas, alguien le pide que haga un balance de su labor misionera, y responde: ¡Vaya examen! Pues he tratado de dar lo mejor de mis esfuerzos en cada momento, siempre contando con mis limitaciones humanas. He ganado mucho en cariño y confianza entre estas gentes sencillas de la misión. He ganado, sobre todo, la gracia de ser ordenado sacerdote. Perder, creo que nada; quizás los días, esa enfermedad del almanaque, que sufrimos todos y en todas partes… Y la salud, no me preocupa pues ha sido por ellos y para ellos.

Y no teme consagrar, fielmente, su vida ya adulta a la gente de Venezuela, a pesar de que reconoce el momento crítico que vive nuestra nación: «Venezuela, desde hace algunos años está enferma, no se ve forma de encontrar sanación para ella. Síntomas de su enfermedad podrían ser: la inseguridad y atropello de los derechos humanos, la corrupción en todos los órdenes, los asesinatos, la falta de autoridad civil y moral, desenfoque y desequilibrio de la economía.

En el año 2000 fue enviado a la obra salesiana de Puerto La Cruz, en la que rinde sus últimos años de vida sacerdotal salesiana: la ayuda en la parroquia, la atención al colegio y su presencia alegre en el patio, van llenando sus días. Enfrenta los sufrimientos y las limitaciones a que lo someten sus enfermas piernas, se contenta con dar un bastonazo al balón y a manifestar ruidosamente su apoyo al fútbol y su paternidad entre los muchachos.

En noviembre 2005 se le diagnostica la grave enfermedad que, seis meses después, culminó con su santa muerte. Felicísimo, allí por donde ha pasado, siempre se ha hecho querer, apóstol infatigable, en todo momento disponible, siempre atento a las necesidades de los demás.

Es verdaderamente admirable cómo se ha sabido ganar el cariño de todos los integrantes de la comunidad educativa del Colegio PIO XII y muy en particular, el de los alumnos, tanto niños como adolescentes y jóvenes, incluso los exalumnos. Su secreto parece que fuera su constante y contagiosa alegría, unida a su afición por el fútbol y a incontables bolsas de caramelos que continuamente salían de sus bolsillos, como si no tuvieran fondo. Era realmente admirable cómo le sabía llegar a los muchachos durante la Eucaristía que diariamente les celebraba por grupos.

Muestra de ese cariño la hemos tenido durante esos seis meses de su grave enfermedad. Todos los días preguntando por él, muchas peticiones por su salud dondequiera que se oraba, y las continuas visitas de quienes, por algún motivo, viajaban a Caracas y muchos viajes expresos con ese único fin. Recibía innumerables llamadas cada día a las que siempre respondía, a pesar de su debilidad, de la poca voz.

Amigos de Puerto La Cruz lo visitaron para su cumpleaños

Su ilusión era volver a ver a sus muchachos aunque fuera por unos días y esa idea no se apartaba de su mente. Transcribimos una carta que quiso escribir de su puño y letra a todos.

«Queridos Hermanos de la Comunidad salesiana, apreciados Sres. Profesores Docentes, apreciados también personal ejecutivo y trabajador, así como otros representantes y colaboradores del Colegio PIO XII.

No crean, mis queridos y entrañables muchachos y muchachas del colegio que les iba a dejar de un lado; eso nunca! Ustedes son lo más bello y grande que he conocido. Yo sin ustedes «no soy nada» o muy poco… soy «como un pez fuera del agua», no tendría vida o muy poca. Por ello, siempre estoy pidiendo a Dios y a Mª Auxiliadora que los siga conservando y formándose bien como Don Bosco quería hacer de ustedes: «Unos buenos cristianos y honestos o buenos ciudadanos».

Mis queridos jóvenes, ya sé positiva y acertadamente que ustedes están continuamente rezando por mi pobre y humildePensando en sus muchachos persona; pero también me hago esta pregunta: ¿seré yo merecedor de tanto cariño, recuerdo y oración de ustedes, mis queridos muchachos?... Créanme jóvenes, estos recuerdos y oraciones son los que más me consuelan y me confortan en estos momentos. ¡Que el señor y la Virgen Auxiliadora se lo premien con creces! ¡Gracias infinitas a los que me escribieron y visitaron.

Les cuento que fui hospitalizado, y el lunes, 28 de noviembre, me operaron. El 5 de diciembre me trasladan al Colegio Don Bosco de Altamira y aquí sigo. La noticia y el «regalo» del Niño Jesús, el día Noche Buena en la mañana, fue del «cirujano» (Exalumno del Don Bosco de Altamira) y fue el siguiente: «Padre, la operación fue todo un éxito (Esta es frase conocida) pero, me añade, no hemos podido extraer el tumor del páncreas, y es maligno»… Creo que me quedé mudo y sin saber qué contestar; lo hizo el P. Jonny Reyes por mí, tratando de darme ánimos, etc., pero esas palabras seguían resonando en cada instante en mi mente… Gracias que mi sobrino (el P. Manuel) y otros estuvieron a mi lado.

Bueno, simpáticos y amigos, aunque estuviese aquí el resto de mi vida (creo que no, ya que quiero verlos pronto…), no les olvidaría nunca, los tengo muy profundos a todos, porque ustedes para mi han sido maravillosos, lo son todo.

Yo sigo fuerte y pidan por mi, fortaleza. Ustedes por su parte, pórtense bien en todo momento, sigan siendo estudiosos, sencillos, comunicadores, amigos de todos: de los padres, docentes y demás personal. No olviden ser buenos amigos de sus papás. Un fuerte abrazo del amigo, Felicísimo».

Personal y Alumnos del Colegio Salesiano Pçio XII  rezan por el Padre Felicisimo

Este hombre, bueno y cristiano, siempre supo empezar algo nuevo, a pesar de costarle la aceptación teórica y anímica de la novedad: a los 23 años, deja su familia y se hace salesiano, a los cuarenta y un años, cambió su país España, por Venezuela, y se dedicó a trabajar con los indígenas, una cultura nueva para él; a los cincuenta años empezó a estudiar la teología para ser ordenado sacerdoteFirmando documento de matrimonio de sus sobrinos una semana antes de morir

El P. Felicísimo tuvo la satisfacción de compartir los últimos días de su vida (una semana) con tres sobrinos venidos de España a visitarlo y en especial pudo casar a dos de ellos que tenían la ilusión de que él los hubiera casado en España. Parecía todo planificado, pues después de dos días de haberse ido sus sobrinos Dios lo llamó a su Casa. Su sobrino Juan Antonio escribía desde España: «Ha sido una experiencia maravillosa y la mejor boda que alguien puede desear…  He de reconocer que esto ha sido un punto de inflexión en mi vida, en muchos aspectos: humano, espiritual, social,  educativo etc., pero sobre todo religioso y de fe…

Además tengo la sensación de que el Don Bosco que nos ha regalado el tío (se trata de tapiz Guajiro) nos vigila y vela por nosotros. No creo que haya una mejor manera de comenzar una nueva vida. Dios ha llamado al tío cuando pensó que ya era el momento. Y le doy las gracias por lo que nos ha permitido…»

Ahora a los sesenta y nueve años de edad empieza la nueva vida de los bienaventurados. «… porque toda nuestra vida es una escuela donde se aprende para caminar por los caminos más acertados para conseguir esa meta final, el Paraíso»

A la comunidad del Teologado de La Vega les escribió estas palabras, en 1987, y que se pueden repetir hoy como la despedida de Felicísimo: «Gracias por lo mucho que me han ayudado en todo y espero que me seguirán ayudando. Yo creo y confío en ustedes y les digo, aún con mis limitaciones y fallas, que pueden contar conmigo y que estoy enteramente a la orden y disponibilidad de nuestra amada inspectoría.»

Recogiendo sus palabras le pedimos que, se ponga a la orden y disponibilidad, y le ruegue a Dios y a nuestra querida Madre, María Auxiliadora, por su patria adoptiva, Venezuela, por nuestra Inspectoría, por sus salesianos y jóvenes, y que, por sus oraciones, el Señor nos conceda abundantes y santas vocaciones como la suya.

P. Ramón Regueiro

 

DATOS PARA EL NECROLOGIO SALESIANO

FELICÍSIMO ALVAREZ CANTÓN, Salesiano Sacerdote

Nacido en Vega de Antoñán (León-España) el 12 de marzo de 1937

Fallecido en Altamira Caracas (Venezuela) el 6 de mayo de 2006, a la edad de 69 años

 

ANEXOS

Mensajes de pésame enviados al P. Manuel Alvarez por la muerte de su tío, el P. Felicísimo

Realmente es una noticia tristísima.....No me esperaba su partida tan pronto. Esperaba que el Señor Jesùs nos regalara un poquito más de vida, pero humanamente duele muchísimo. Siento que en medio de todo tienes fuerzas y sé que para comunicar esta noticia tienes valentía y al máximo....rezo por su partida y por ti. Hice una presentación rápidamente sabiendo que sólo nos queda el recuerdo de haber compartido con él.....Gracias por avisarme. Dilegnis (Pto La Cruz)


Querido Manolo, gracias por tus noticias sobre tu tío. Me uno a toda la familia, tanto de los Álvarez como a la salesiana, en la pena de la partida y en la gozosa esperanza cristiana. Me uno ante todo en la oración para que sea de verdad Felicísimo  por toda la eternidad. Con todo mi afecto. Joaquín Martínez Vega. Roma. Italia


Mil gracias, Manolo, por la homilía-semblanza de «tío Felicísimo». Es una joya y he disfrutado leyéndola. Que desde el Paraíso nos siga ayudando y nosotros acá rezaremos por él y  le recordaremos con cariño, como le recordaban unos jóvenes guajiros que me encontré una vez en Machiques, antiguos alumnos suyos. Un abrazo, Joaquín, OMI. Roma. Italia


Querido Manuel, es confortador recibir una «triste noticia», transmitida en los términos que tú lo has hecho. Gracias por tu serenidad contagiosa. Recuerdo con mucho cariño a Felicísimo, porque tuve el privilegio de compartir con él en diversas ocasiones: desde su ordenación sacerdotal en Carrasquero y en muchos otros encuentros de familia. Siempre optimista, siempre contento, siempre mariano. Se mudó al Paraíso salesiano, justo en la fiesta de Domingo Savio, en la víspera del día del Buen Pastor. Que delicadeza del Señor! Si por un lado rezo para que ya esté gozando de la presencia de Dios encompañía de todos los miembros de la Familia Salesiana, por el otro, pido su intercesión para que abunden vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio cristiano. Un abrazo fraterno, extensivo a tus familiares y amigos, Luz María. Roma

Manuel, te estamos acompañando y rezamos para que el Señor te mantenga la fortaleza ante la despedida de una persona tan querida para ti. El domingo celebré la misa en la Santa Cruz y oramos por tu tío. Un abrazo: Luis Prieto. Pto La Cruz


Apreciado Manuel,

Mi sentido pésame por la muerte del P. Felicísimo. Te aseguro un recuerdo en la oración. Ha concluido su carrera durante el tiempo pascual y de resurrección... víspera de la fiesta del Buen Pastor...

Recuerdo con cariño los meses en los que pude compartir con él en Carrasquero el año 1979, el año en que estuvimos juntos en La Vega y el Iter... La amistad y el aprecio que creció con los años... Pude apoyar y animar su gran deseo de ser Sacerdote.

Que el Señor lo premie por cuanto ha sembrado y por todo el bien hecho en sus largos años de vida salesiana. Sin duda la Auxiliadora, de quien era muy devoto, lo ha recibido este 6 de Mayo... junto a Domingo Savio.

Y ahora le toca a él desde el cielo echarnos una mano en nuestras tareas.

Ánimo y cuenta con mi cercanía. Un fuerte abrazo. Corrado. Roma


Estimado Padre:

Reciba de toda la familia un fuerte abrazo y nuestro pésame. Ayer fui con Bella a misa a Altamira y justamente le estaba hablando de su tío, y mire como son las cosas: horas antes había partido para la casa del Padre. Que el Señor le dé el descanso eterno. Reciba de todos nosotros el más sentido pésame y un fuerte abrazo, me entero hoy que revise mis correos, le agradezco que me haya avisado. Lo llamaré en estos días. Saludos muy especiales de Bella. Un fuerte abrazo. luisgq@cantv.net. Caracas 


Manolo, unas palabras para que sepas que estamos contigo en estos momentos, que por muy llenos de espiritualidad no dejan de ser dolorosos.  Así lo son todas las despedidas...aunque estén anunciadas no son esperadas, por lo menos para «muy pronto».

Con seguridad ya está en la Casa del Padre recibiendo su muy merecido galardón. No tuve la fortuna de conocerlo personalmente, pero ya sabes, de igual manera pertenece a la piccola famiglia que con afecto hemos formado y que venimos cultivando desde hace años.

Hoy me va a ser imposible ir a Altamira. Desde que los muchachos viajaron he dedicado todo el tiempo disponible a ayudar en nuestra reciente Parroquia y tengo actividades a las que debo responder, pero pondré su nombre en la intención de la Misa de esta noche, la que además me toca acompañar al órgano.

Un fuerte abrazo y ya lo sabes: «no es más que un hasta luego...»

Julie Meucci Martínez. Caracas


Querido P. Manuel, en estos momentos nos unimos a Ud., a toda la familia y a la Familia Salesiana por tan triste noticia, en nuestras oraciones y súplicas al Padre; él está presente. En las intenciones el Párroco comunicó a los fieles el fallecimiento del P. Felicísimo y mañana Dios mediante empezaremos el novenario.

Lo que nos comenta de sus últimos días lo pasaré a varias personas que lo conocieron, compartieron con él bellos momentos y recuerdan con gran afecto, sobre todo por los pueblos de Paraguaná (entre los más necesitados), donde pasó anunciando el evangelio y haciéndose querer de todos. Abrazos y nuestras oraciones. Emilio y Ninita. Punto Fijo. Venezuela


Hola, Manolo

Mi solidariedad cristiana, llena de esperanza, porque Jesús está vivo y nos da la Vida. Mi oración por el tío y por todos vosotros, sobrinos y demás. Mañana viajo para la reunión anual de la Conferencia Episcopal de Brasil y sólo el día 23 estaré de vuelta, pues quedaré otros tres días para participar en el Congreso Eucarístico Nacional. Con un gran abrazo de primo y hermano en D. Bosco. Mons Segismundo M (Mundi). Brasil


Querido Manolo: Siento mucho la muerte de tu tío, y de verdad que estaba rezando para que si era posible se curara, no ha sido posible. Dios lo tenía destinado para sí.

Rezo por él sobre todo y para los que quedáis aquí. No es fácil aceptar tales pruebas, pero la fe nos dice que ya goza de Dios plenamente y esto nos tiene que animar a seguir.

También yo he tenido otra experiencia igual el día 2. Un sobrino  nos ha dejado. Un cáncer irreversible. Dios lo vio preparado para El. Ahora sólo nos queda rezar por ellos y cuenta con mi oración. Un abrazo y el cariño de  Inés Diéguez, fma.


Hola, Manolo. Un saludo. Te agradezco la información puntual que me has ofrecido sobre Felicísimo. Lo sentíamos como alguien de aquí. He tardado en responderte porque estábamos de Fiesta Inspectorial en Coruña. Yo, en concreto, celebraba 25 años de salesiano. Bueno, todo ha estado bien. Te acompaño en el sentimiento, rezo por Felicísimo, y por toda la familia. El secretario inspectorial ha enviado una nota sobre la muerte de tu tío a todas las comunidades. Un fuerte abrazo, José Luis Guzón. Inspectoría Salesiana. León 


Hola Manuel,

Es una triste noticia, la familia de Fontoria ya está enterada y me pidieron que le comunicase que os acompañan en el sentimiento, así como de mi parte también. Ánimo. Un saludo. Angel. Fontoria. España


Querido Manolo:

Anoche, al llegar de una breve ausencia de Madrid, leí la triste noticia de la muerte de Felicísimo.

Teníamos conocimiento de la gravedad de su enfermedad desde hace algunos días, pero no suponía que fuera tanta como para que supusiese su llegada a los brazos amorosos de Dios en tan poco tiempo. Me dio muchas razones para quererle y eso me hace sentirme más cerca de ti y de los tuyos, así como de los Hermanos de su casa e Inspectoría.

Pero el pensamiento de que nuestro camino tiene siempre el feliz final de entrar en la Luz de Cristo resucitado y que Felicísimo lo ha alcanzado ya, pone en mi sentimiento, como en el vuestro, la convicción de que él está ya plena y definitivamente gozando lo que su nombre declara. Con mi pésame y afecto, te envío un abrazo muy fuerte. Alberto García-Verdugo. Procura Misionera. Madrid


 

Sus palabras anidan en mi oído,

y en mí resuena el eco de su risa;

tan inmóvil, quien tuvo tanta prisa;

tan presente y real, quien ya ha partido.

Fue innovación sobre lo consabido;

fue costumbre en el cambio que revisa;

fue huella en el sendero que otro pisa,

fue vigía en el campo adormecido.

Fue, fue, no es ya, pero aún hoy sigue siendo.

Vivió cuando otros iban subsistiendo,

como si nunca hubiera de morir.

Y aunque se fue, se quedará conmigo.

Padre, Hermano, y sobre todo Amigo,

De quien ni sé ni quiero prescindir.

Puerto La Cruz, 16 de mayo de 2006